El uso de la mascarilla es obligatorio en España como medida de protección ante el COVID-19. En un primer momento se puso en duda su eficacia, pero pronto se evidenció que, al transmitirse el virus por el aire, es una manera eficaz para evitar su propagación.
Según informan en el New England Journal of Medicine, se plantea por parte de los investigadores que el uso universal de mascarilla, tal y como tenemos regulado en España, podría ayudar a reducir la gravedad del virus y asegurar que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas. De confirmarse esta hipótesis, según señala The Telegrah, el uso universal de mascarilla podría convertirse en una herramienta que generaría inmunidad, y por lo tanto «ralentizaría la propagación del virus mientras se espera la llegada de la vacuna».
¿Por qué se llega a esta conclusión? Por la carga viral: la cantidad de virus a la que se expone una persona tiene mucho que ver con la gravedad de la enfermedad. Un estudio publicado en The Lancet hace un mes afirmaba precisamente que «la carga viral en el momento del diagnóstico era un predictor independiente de mortalidad en pacientes hospitalarios».
Utilizar mascarilla haría que la carga viral a la que nos exponemos fuera mucho menor, por lo que en ese caso, estaríamos frente a una presencia mucho menor, y esto podría ayudar a generar respuestas sin exponernos a la enfermedad acarreando un cuadro grave.
Una carga viral baja activaría nuestro sistema inmunitario, que es lo que hace una vacuna típica. Si bien esta hipótesis que plantean debe todavía analizarse con mayor profundidad y confirmarse, los experimentos que se han realizado con animales (hámsters) han señalado que, efectivamente, hay una correlación entre la carga viral y la enfermedad.
Los investigadores chinos que trabajaron con hámsters descubrieron que los animales que habían sido protegidos por una barrera tenían menos posibilidades de infectarse, y los que se infectaron, sufrieron la enfermedad de manera más suave.