Definir a La Caixa, o correctamente a Caixabank, se antoja bastante difícil desde hace un tiempo. La huida desde Catalunya, para registrar su sede social en Valencia, define que lo único que le interesa son los beneficios rápidos sin más, arropados por el mejor postor, que en su caso fue el Estado español, durante las declaración de Independencia catalana. Ahora recoge sus frutos.
Los favores se pagan. Tras la compra (fusión) de la madrileña Bankia veremos cuales son sus derroteros. Por lo pronto hace el paripé en el consejo de administración. En la nueva Caixabank se sentarán más madrileños, y más vascos, que catalanes. Pero la cacareada catalanidad de sus inicios hace tiempo que ya no les importa.
Entre los 15 nombres propuestos por Bankia y Caixabank para formar el consejo de administración del nuevo banco, sólo aparecen dos catalanes: Tomás Muniesa (Barcelona, 1952), quien trabaja en Caixa desde mediados de los años setenta; y María Verónica Fisas (Barcelona, 1964), consejera delegada del de Natura Bissé y consejera de Caixabank desde febrero de 2016.
Aunque en cualquier caso, Caixabank será dueño del 74,2% del nuevo banco y Bankia ostentará el 25,8% restante, según la ecuación de canje que figura en el acuerdo que han alcanzado los consejos de ambas entidades. De esta forma, el Estado, a través del Frob, tendrá una participación del 16,1% y CriteriaCaixa, principal accionista de Caixabank, un 30%.