viernes, 22 de noviembre del 2024

El tratamiento aplicado a Trump fue probado en células derivadas de tejido fetal

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Beatriz Talegón
Beatriz Talegón
(Madrid, 5-5-1983) Licenciada en Derecho por la UAH, estudios en economía del desarrollo por la LSE en Pekin. Analista política. Ex Secretaria General de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas Actualmente colabora como analista política en distintos medios de comunicación (prensa escrita, radio y televisión).
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En el año 2019 la Administración Trump suspendió la financiación federal para la mayoría de los proyectos de investigación que trabajaban con tejido fetal proveniente de abortos. En aquel momento, se argumentó que, más allá de los beneficios científicos, el imperativo moral debía poner límites.

«Promover la dignidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural es una de las principales prioridades de la administración del presidente Trump«, expresó el Departamento de Salud y Servicios Humanos a través de un comunicado en el momento en que se decidió parar la financiación de estos proyectos.

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Sin embargo, el tratamiento que ha recibido Trump contra el COVID-19 ha sido desarrollado precisamente gracias al uso de células humanas provenientes de un feto abortado hace décadas, según informan en The New York Times. 

El tratamiento que ha recibido Trump es un cóctel de dos anticuerpos monoclonales fabricados por Regeneron. Se sintetizan fuera del cuerpo y después se inoculan en los pacientes para ayudarles a combatir la infección.

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Lo mismo sucede con el medicamento Remdesivir, que fue desarrollado gracias a este tipo de prácticas científicas.

Las empresas Moderna y AstraZeneca, que están actualmente desarrollando las vacunas contra el COVID-19 también trabajan con estas líneas de investigación y desarrollo. Igual que estaría haciendo Johnson & Johnson. 

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Y precisamente, estas tres empresas están ahora mismo recibiendo financiación federal para poder llevar a cabo el desarrollo de la vacuna contra el COVID-19.

Ya en su momento, el Dr. Deepak Srivastava, cardiólogo pediátrico que dirigió la Sociedad Internacional para la Investigación de Células Madre hasta el mes de julio pasado, ya indicó que «Si se oponen a esta investigación, deberían estar dispuestos a no tomar un medicamento que se desarrolló con ello». 

El uso de tejido fetal para llevar a cabo investigaciones de fundamental importancia lleva décadas en funcionamiento. Y ha sido determinante para avances importantes contra el cáncer o el ébola, por ejemplo, además de tratamientos y vacunas contra enfermedades infecciosas.

Las células que están utilizando la mayoría de las empresas que buscan un tratamiento contra la COVID-19 (línea 293T) están empleando tejidos renales derivados de un feto abortado en la década de 1970. Una línea celular similar, Per.C6 se obtuvo en 1985 a partir de las células de un feto abortado de 18 semanas.

En el pasado mes de julio, la Sociedad de Células Madre envió a la Junta de ética una carta firmada por 90 organizaciones científicas, médicas y de pacientes, en la que se instaba a la junta a permitir que se utilizara tejido fetal para desarrollar tratamientos contra la COVID-19 y otras enfermedades. «El tejido fetal tiene propiedades únicas y valiosas que a menudo no pueden ser reemplazadas por otros tipos de células», explicaban.

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