Estamos viendo como la Comunidad Autónoma de Cataluña está a punto de conseguir nuevos beneficios por parte del Gobierno central y hemos de manifestar, señor Presidente, que nos alegramos. Por el gobierno catalán, por los partidos catalanes y por el pueblo de Cataluña. Porque no hay ni puede haber nada mejor, más lógico, más beneficioso, que unos partidos políticos que miren por el interés de su pueblo y lo defiendan. Esos son los que representan a su pueblo, sean de la tendencia política que sean. Los que se preocupan por su enseñanza, por su cultura, por su arte, por su economía. Y como el movimiento sólo se puede demostrar andando, ellos lo demuestran activamente, trabajando y exigiendo por su pueblo, sin pararse a pensar y menos aún a esperar a ver qué hacen otros por el suyo.
Estimado Sr. Presidente: el agravio comparativo es el peor vicio contraído por la clase política y transmitido a sus votantes, a los de su tendencia y a los demás. El agravio comparativo no es la forma lógica de proceder, no debe ser la norma. Los andaluces no queremos movernos a golpe de agravio, porque no tenemos que compararnos a los demás, porque tenemos nuestras propias virtudes, nuestros propios defectos y nuestras propias necesidades. No somos imbéciles para pedir un Tibidabo ni una Costa Brava. Tenemos nuestras costas, nuestras nieves, nuestro campo, nuestros bosques, nuestros parques nacionales, nuestras ciudades. Eso son lo que nos preocupa: lo nuestro. Es lo que nos debe preocupar. No queremos un mejor puerto porque este o aquel disfruten de uno muy bueno. Queremos tener los mejores puertos, los mejores aeropuertos, las mejores comunicaciones, una industria fuerte para acabar con el paro, mantener nuestra cultura, nuestra singularidad. Eso en especial. No queremos compararnos con nadie. Por eso tenemos hoy que felicitar a Cataluña, aunque hayan hecho un referéndum y un proceso criticado por toda la derecha –usted el primero, Señor Presidente- para conseguir llamar la atención y que el gobierno se vuelque en ellos más de lo que ya estaba.
Por eso no seguimos con agravios ni queremos comparaciones. Queremos aprender de quien nos pueda enseñar al por mínimo que sea. Que usted, señor Presidente y su gobierno y su partido aprendan que toda la presión es poca para exigir lo que Andalucía necesita. Que Andalucía no progresa con declaraciones, ni con discursos, ni con logos manidos. Andalucía progresará con trabajo, con el aprovechamiento de todos sus recursos, estén o no en explotación en este momento; de todas sus posibilidades. Con una industria y un comercio florecientes para volver a ser lo que fuimos. Sí, señor Moreno: no es una frase retórica: es una verdad tan grande como el planeta. Aprender de ellos —no copiar, no comparar, no: aprender— a defender su tierra, su pueblo, sus intereses. Porque ellos miran a Cataluña, a lo que Cataluña necesita mientras usted, estimado Presidente, usted, su gobierno y su partido miran a Madrid. Y si miran a Cataluña no es para aprender aquello que nos pudieran enseñar; es para buscar la forma de enfrentar con el pueblo catalán al pueblo andaluz, actitud mezquina dónde las haya, más mezquina porque con ella creen poder sustituir su obligación de trabajar, exigir, pelear por Andalucía.
Si su partido, sus dirigentes, han hecho más independentismo que los propios independentistas, ustedes continúan promoviéndolo con la discriminación constante a que someten a Andalucía. Sí, Señor Moreno, usted el primero, seguido de su equipo. Pues sepan ustedes que la mejor vacuna contra el nacionalismo periférico no es el desprecio, ni el castigo, ni la represión, ni la mentira, ni el insulto. Es la defensa de lo propio, de lo genuino. Lo lamentable es que, con más de la cuarta parte de los andaluces en paro, usted y su gobierno cedan a la tentación de enfrentar al pueblo andaluz con otro pueblo. Hagan lo contrario: trabajen por Andalucía. Hagan lo que sea necesario, reiteramos: lo que sea necesario para defender Andalucía. Hasta amenazar con la independencia, si es preciso. No teman al enfrentamiento cuando es justo. Témanle a la contemporización cuando es para satisfacer a sus superiores.
La mejor vacuna contra todo mal es, repetimos, trabajar por el propio pueblo. Téngalo claro.