Es público y notorio que España está en la cola de la investigación científica. Conseguir la vacuna contra el Covid-19 en sólo un año ha sido un hito histórico. Una gran parte de la financiación ha llegado de manos privadas – Pfizer, BioNTech – y la vacuna, muy esperada, ha vuelto a poner en evidencia los pocos recursos de la investigación científica en España. Por muchas banderas ‘rojigualdas’ que lleven las vacunas compradas.
La inversión millonaria destinada a la búsqueda del fármaco también ha sido inédita, especialmente por parte de los gobiernos. En muchos casos, a pesar de defender que invertir en investigación es invertir en el futuro, lo que destinan en los presupuestos es insuficiente. Después de alcanzar la cuota más alta de presupuesto en ciencia en 2010, equivalente al 1,40% del PIB, la crisis económica hundió el gasto hasta el 1,19% en 2016.
Actualmente, la inversión en I+D en el Estado español representa 15.572 millones de euros: un 1,24% del PIB, lejos de la media europea, del 2,12%. Una gran parte de los presupuestos se destinan a salarios y mantenimiento de infraestructuras. La comunidad científica pone como objetivo de desarrollo alcanzar el 3% del producto interior bruto en investigación. Nadie puede asegurar que no vuelvan a haber otras pandemias como esta, o peores.
El gobierno español invirtió 8 millones de euros en proyectos experimentales de la vacuna para el Covid-19. A escala mundial, se calcula que la inversión, mayoritariamente privada, es de 22.000 millones de euros. La realidad, sin embargo, es que se han aprovechado búsquedas de otros ámbitos de la biomedicina para reorientarlas, con más inversión, hacia esta pandemia por coronavirus.