China acaba de decretar el confinamiento total de Shijaiazhuang (a 300 kilómetros de Pekín), capital de la región de Hebei, cercana a Pekín por el aumento de casos positivos de COVID-19. En ella viven 11 millones de personas.
Desde el pasado sábado, cuando se diagnosticó a una mujer de 61 años como positiva, han aparecido casos asintomáticos (184) y con síntomas (83). Es el mayor brote de COVID-19 detectado en China durante los últimos meses.
Para frenar cualquier posibilidad de expansión del virus, el gobierno chino ha decidido cerrar inmediatamente la ciudad. No se permite salir de ella, ni siquiera con una PCR negativa.
Se han cerrado colegios, tiendas, y el distrito donde se ha identificado el origen del brote, Gaocheng, se ha sellado a «cal y canto», con policías que vigilan las calles en todo momento.
Se ha sancionado a tres funcionarios del distrito por no haber detectado brote.
Desde que se detectó el primer caso, se ha procedido a realizar pruebas masivas a la población: han sido ya más de 6 millones de personas a las que se han hecho los análisis estos días, en más de 5.000 puestos repartidos por la ciudad. Para ello se han desplazado más de 3.000 médicos y se han reservado 5 hospitales en exclusiva para atender a estos pacientes.