Ayer a la inmensa mayoría “enredada” nos cayó según tendencias un jarro de agua fría, que se suponía era o un tsunami o el mayor escándalo del mundo mundial, el periódico El Mundo tenía embargada su primera página hasta las tres de la madrugada. Inmediatamente los amantes del gobierno de Sánchez, empezaron a escupir gigabites contra la represión, los ataques a la libertad de los monclovitas, como si estuviéramos ahora en la época del dictador en la que Fraga disponía del destino de las galeradas y su prohibición, los ladrones ya se ha dicho sobre sus creencias.
La lógica curiosidad nos abrió el apetito, pero el insano juicio solo llevó a algunos a esperar el pantallazo del madrugón, los otros nos hemos despertado con la gran noticia a saber: El contrato de Messi por más de 555 millones con el Barcelona y sus correlatos, ese era el notición que merecía generar tanto suspense, y que mantuvo en vilo al orbe machacado por las malas nuevas de cada día.
Me he negado a hurgar en la literatura del escándalo, porque no se hace merecedora de otra cosa, aunque me hubiera gustado leer que los autores del despilfarro que tiene amarrado de pies y patas a los culés, estuvieran ya arrestados y a disposición judicial, con todas las penalidades que se les pudieran echar encima.
Al convertirse los equipos de fútbol españoles en sociedades anónimas deportivas por narices, tal cual debiera ser, dejaron fuera del juego al Real Madrid, Barcelona, Athletic y Osasuna, por una santa pócima de sus historiales que se inventaron, un rollo a la sazón. Desde entonces cada club carga con su responsabilidad económica y sus consecuencias jurídico societarias, pero el cuarteto de los liberados mantienen aquellas sus costumbres sociales, que eximen de parte de sus responsabilidades a sus pródigos directivos: quienes se permiten hacer gala de los galácticos, gracias a una recalificación de suelo millonaria para salvar las penurias de las arcas del Real Madrid, empeñarse para hacer el mayor estadio del Mundo; hacer contratos como el messiánico y todos los caprichos que se quieran de dar los peloteros del palco, para disfrute de las masas ahora en el sofá con el mando a distancia.
El palco del Madrid según don Florentino es más que el Consejo de Ministros, por ende el del Barcelona es más que el Govern y otras encomiendas, pero lo cierto es que si el Gobierno se precia, estamos viviendo la oportunidad para que todos los clubs sin excepción se conviertan en sociedades anónimas deportivas, así los invitados al palco puede que sean los representantes de las juntas de acreedores.
Curro Flores