Es de Perogrullo. La afirmación que una persona hace consciente de que no es verdad es una mentira, por definición. El exministro de Sanidad, Salvador Illa, ha jugado a eso mientras ha estado a cargo del citado ministerio desde el Gobierno. Y lo ha hecho convulsivamente, sin miedos ni tapujos, arropado por el resto del Ejecutivo socialista, con Pedro Sánchez a la cabeza.
Ha afirmado con rotundidad y despotismo tantas cosas mientras estaba al frente del máximo órgano sanitario español, que ya ni sorprendía. Repitió con vehemencia que tendríamos las vacunas en España a finales de año, tantas y más de las que necesitáramos, cuando sabía que era una afirmación que no era cierta. O peor, más bien, realizaba una afirmación sin matices, a sabiendas que dará a entender algo que no es cierto. Luego, mentía.
Se le da bien desviar la atención y, si es posible, la responsabilidad. Con otro ejemplo se entenderá mejor. Cuando vendía aquello del comité de expertos, que no era tal, ni eran doce, ni veinte, ni estaba formado por expertos, pero cuya intimidad había que salvaguardar. Falacia que tanto oxígeno le dio al Ejecutivo. Una mentira en toda regla que se ha pasado de refilón porque somo condescendientes con la gravedad de la pandemia y no se quería hacer escarnio.
Recordemos que Illa dijo hasta la saciedad en los inicios de la masiva enfermedad, que no hacían falta mascarillas y después reconoció que lo dijo porque el Gobierno no disponía de este medio de prevención. Después, de esa trola vino otra e inventó el dictamen de los expertos para castigar a Madrid, porque no supo exponer sus argumentos como ministro. Y así una tras otra.
Esto no es una conclusión partidista anti socialista, a pesar de que su partido es experto en lo de, «donde dije digo, digo Diego». Sino una reflexión basada en los datos que aportan expertos virólogos, sobe todo catalanes, que recordaban que esto del Covid-19 era más un tema sanitario que no político en cuanto a las decisiones a tomar. Especialmente con políticos de nuevo cuño, posicionados gracias a la farsa, que retuercen las palabras y sus significados para hacer lo propio en Catalunya de cara al 14F.
Illa juega siempre que le es propicio, a la política del engaño, sin ninguna sustentación en datos o verdades contrastables, simplemente con el objetivo de granjearse una corriente favorable o darse aire en una situación sofocante como la catalana, es lo que diríamos un ‘aprovechado’. Y si las encuestas lo están confirmando es peor que eso. Los socialistas son expertos en esos lares, y el territorio catalán no puede ser una victima propiciatoria de sus interesados juegos.
Qué hace que la gente crea que un político que ha faltado a la verdad desde Madrid, no lo vaya a hacer ahora desde Barcelona. Ha quedado retratado en su cargo de ministro y nadie en su sano juicio puede afirmar que un político que no esta preparado para decir la verdad, o peor aún, que juega a la mentira, vaya a sacar buen redito el próximo 14F y sea bueno para Catalunya. -Según esas estrambóticas encuestas, por cierto-. Más de uno se arrepentirá después…