Hay políticos que pasan por la política española sin más pena que gloria. Uno de esos políticos ha sido el hispano-francés-suizo-italiano Manuel Carlos Valls Galfetti. En Francia llego al Gobierno de la república francesa, aunque tuvo que salir por piernas. Aquí en su periplo por Catalunya se ha diluido como lagrimas en la lluvia.
Manuel Valls ha oficializado su regreso a Francia, donde aspira a volver a pintar algo políticamente. Si en su momento ya salió escaldado, ahora, después de hacer el ridículo en Barcelona y habiendo dilapidado la poca reputación que mantenía, está condenado al fracaso más absoluto. Anda peleado con todos.
Apenas acaba de publicar un libro, titulado «Pas une goutte de sang français», («Ni una gota de sangre francesa») que es una carta de amor a su patria francesa y que a la vez, según publica hoy ‘El País’ es un manifiesto político para intentar influir en el debate de las elecciones presidenciales francesas de 2022.
Se establece en París pero continuará escapándose puntualmente a Barcelona, donde a pesar de marchar, mantendrá su acta de concejal en el ayuntamiento de la ciudad condal. Su gran legado, haber entronizado Ada Colau, la alcaldesa que está hundiendo la capital catalana, y su ambiguo discurso.