Comenzaré por el final para gritar que me parece una nueva indecencia del Tribunal Constitucional lo de admitir a trámite el recurso del tramposo PP contra la sentencia que niega a los tramposos Cantó y Conde la presencia en la candidatura trampa liderada por IDA.
Argumentar que se admite porque no hay precedentes significa, en primer lugar, que el TC debería haber admitido todos, o casi todos, los asuntos que durante décadas le han llegado y sobre los que tampoco había precedentes.
En segundo lugar, que si se admite algo a trámite es porque cabe cualquier sentencia, y si da la razón a los tramposos creará un privilegio insoportable, pues el resto de candidaturas han decidido respetar la legalidad y no incluir a candidatos que no figuraban en el censo a 1 de enero porque la ley así lo dice. Por tanto, lo lógico sería suspender las elecciones.
En tercer lugar, y quizás es lo más grave, esta decisión se inscribe en la pretensión sostenida y a duras penas oculta de la alta judicatura española por convertirse en creadores de legislación a través de la jurisprudencia, sustituyendo a la voluntad popular representada en las Cortes Generales.
Entrando en el tema principal, desde que al PP y al PSOE se les estropeó el paraíso de las corrupciones que cultivaron durante las más de tres décadas de bipartidismo que les regaló el rey huido cuando les libró de Suárez a base de intrigas hasta provocar el riesgo, que se materializó, de un golpe de Estado, la obsesión de ambos partidos sigue siendo la de que sus votantes no huyan hacia otras candidaturas de su misma tendencia, léanse Ciudadanos y Vox en la derecha, o Más País y UP en la izquierda.
Tanto los resultados electorales desde 1977 como las encuestas vienen certificando que la transferencia de votos entre bloques ha sido y sigue siendo mínima, y que quienes pierden las elecciones son las candidaturas más afectadas por dos circunstancias muy concretas:
- Por una parte, si no son capaces de movilizar a sus votantes el día de las urnas. Es decir, las más afectadas por la abstención.
- Por otra, aquellas que, al margen de los resultados, son las más perjudicadas por una normativa electoral que tergiversa cada vez miles de votos durante los recuentos, cuando convierte de manera automática la voluntad popular en poder parlamentario.
Antes de entrar en la actualidad más rabiosa de las elecciones madrileñas del 4 de mayo que, como no justifican ninguno de los muertos que provocarán sus inevitables contagios “electorales” y por eso sigo considerando que deben aplazarse “sine díe”, es conveniente pararse en los tres hechos que me parecen más relevantes.
El primero, la salida del Gobierno de Pablo Iglesias para encabezar la candidatura de Unidas Podemos, que en las elecciones de 2019 consiguió superar el listón del 5% por solo medio punto. En este momento, las encuestas le conceden diez diputados, tres más que en las de hace dos años.
El segundo, la confirmación de Gabilondo en la lista del PSOE, cuya actuación durante los dos años de líder de la oposición, si esto fuera un examen, merecería la calificación de “No presentado”.
El tercero, un protagonismo exagerado de Sánchez durante la precampaña que me parece la consecuencia inevitable de los dos anteriores. Teniendo en cuenta que Gabilondo solo podría recoger algunos de los pocos votos que elijan izquierda tras huir de Ciudadanos, y que en cualquier caso perderá muchos porque no podrá repetir la victoria de 2019, el presidente del Gobierno ha decidido hacer toda la demagogia que sea necesaria para crear confusión entre los votantes de Más Madrid y de Unidas Podemos.
Con su radicalismo sobrevenido, Sánchez está consiguiendo que una parte del electorado vea la salida de Iglesias del Gobierno como una victoria propia. Si hay algo que ha quedado grabado en la memoria colectiva reciente son los insomnios que sufría un presidente de gobierno de España de solo pensar que Pablo Iglesias se sentaría entre sus ministros.
Contribuye a esta sensación de derrota de Iglesias lo poco oportuno que ha estado él mismo al declarar que no aspirará a renovar su liderazgo en Podemos. Es evidente que ha vuelto a dejarse llevar por su ego, pues decir que te retiras es lo último que debes hacer cuando estás liderando una candidatura: es inevitable que transmitas al electorado la idea de que la institución que aspiras a gobernar no es importante.
Los errores de Sánchez no son menores que los de Iglesias. Es algo inevitable cuando quieres que parezca una cosa, que tu adversario es IDA, pero la realidad es otra, porque lo que realmente te pone es derrotar a PI.
Por ejemplo, protagonizar personalmente y por sorpresa el cuestionamiento de las cifras que Madrid aporta a Sanidad sobre la Covid provoca que la persona que tú mismo has puesto para que gestione esas cifras te deje “con el culo al aire” 24 horas después.
Y lo más gracioso es que Sánchez tiene razón. Los datos reales demuestran no solo que Madrid es la capital europea con más letalidad por Covid sino que, además, es la C.A. de España con mayor diferencia entre la mortalidad declarada y la esperada en función de los datos de años anteriores. Una vez planteado el tema, mi opinión es que alguien del gobierno debería recoger el testigo de Sánchez y seguir con la batalla de cifras contra IDA.
Tengo la impresión de que de la batalla que Pedro Sánchez ha declarado a Iglesias quien saldrá ganando será Errejón, tanto si Pablo decide responder como si no.
En tal caso, de este rifirrafe con adversaria interpuesta la izquierda en su conjunto podría salir ganando, pero solo si, en lugar de desmoralizarse no acudiendo a votar, se siente motivada, tal como sí ha ocurrido con los votantes independentistas, a pesar de las tensiones entre los de Junqueras y Puigdemont, más la CUP por su parte.
El problema de fondo, ya que hemos atravesado el Ebro pensando en un Madrid del que que no solo IDA defiende que “es España”, y viceversa, es que ella, específicamente ella, es la mejor aliada de cualquier gobierno de “España” contra el independentismo en Catalunya, ese adversario al que no le puede conceder ni agua en ningún instante. Hoy lo llamaremos terceros grados anulados, por ejemplo.
Me temo que solo si la Ley Electoral, dejando a Ciudadanos por debajo del 5%, se vuelve contra sus propios autores y exclusivos beneficiarios, el PP y el PSOE durante más de cuatro décadas, tanto IDA como Sánchez podrían conseguir, ambos, esas victorias electorales que no desean: la de ella pírrica y él la que ha hecho todo lo posible por evitar.
Creo que el mayor deseo de Sánchez es que UP, con Iglesias al frente, se quede por debajo del 5% y consiga 0 escaños. De paso, conseguiría ser más fuerte contra sus socios de coalición en La Moncloa.