Ayer conocíamos las amenazas de muerte vertidas contra el exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, contra el ministro de Interior, y contra la Directora General de la Guardia Civil. Recibieron una carta donde había una amenaza de muerte escrita acompañada de cuatro balas reales, que según se ha explicado, corresponden a un tipo que se utiliza, fundamentalmente, por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por lo que podría provenir de alguno de sus miembros.
Inmediatamente después de conocerse esta terrible noticia, desde el ámbito de la extrema derecha se puso en duda la veracidad de las amenazas, queriendo dar a entender que podría haber sido una «amenaza de falsa bandera», como si Pablo Iglesias hubiera tenido algo que ver con esto, para hacerlo pasar por un ataque de la extrema derecha. Un mensaje que ha llevado esta mañana Rocío Monasterio (VOX) al debate de la SER que, finalmente, ha tenido que suspenderse precisamente por declaraciones como esta, y por no haber condenado de manera contundente las amenazas desde el micrófono de la candidata de la ultraderecha.
El Partido Popular ha publicado un tuit que ha borrado inmediatamente, donde decía a Pablo Iglesias que «cerrase la puerta al salir». Evidentemente la brutalidad del mensaje desde la cuenta oficial de la formación que lidera Isabel Díaz Ayuso, que se han visto obligados a retirarlo inmediatamente. Pero los pantallazos quedan y evidencian su talante democrático.
Uno a uno van posicionándose, o dejan de hacerlo, los distintos dirigentes políticos respecto a las amenazas. Unas amenazas gravísimas por el sentido que tienen, y que como señaló el propio Iglesias en sus redes sociales, no se trata únicamente de un mensaje de amenaza a quienes lo han recibido directamente y a sus familias (a las que también se señalaba). Sino que el mensaje es una amenaza para lo que ellos representan, y por ende, a sus representados, que ni más ni menos vienen a ser todos los demócratas de este país.
Ante semejante brutalidad, que pudiera provenir de personas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, o que al menos han podido acceder a balas de este tipo tan especial, el rey Felipe VI no ha dicho absolutamente nada. Está en silencio, está callado. Algo inadmisible siendo el Jefe de Estado que debe emitir un comunicado sin ambages condenando deliberadamente la violencia y las amenazas de cualquier tipo a los representantes de la democracia.
Y llama la atención porque en Cataluña le faltó tiempo para salir a dar un mensaje absolutamente posicionado con la represión. En aquel momento no tuvo duda de aparecer, con dureza y con un perfil serio, duro, frío e incluso agresivo. Porque en ese momento se trataba de salvar la unidad de España, y viendo lo visto eso parece preocuparle mucho más que salvar la democracia, que es de lo que se trata ahora mismo.
Es tiempo de salir a la calle, de manifestar desde la población el rechazo al fascismo y a quienes lo acompañan con su cómplice silencio.