La embajadora del Reino de Marruecos, Karima Benyaich, es tajante “… los actos conllevan consecuencias que se tienen que asumir”, en clara referencia a la acogida clandestina del polisario Brahim Ghali.
El silencio contraproducente (Fernández-Arribas, Atalayar, 12-05-21) de Sánchez y de su ministra de exteriores acompañado de la inacción de la justicia por el caso Ghali están en el origen de la crisis diplomática.
Me he tomado la molestia de visitar y revisitar la prensa española respecto a la presente crisis diplomática llegando a la conclusión de que la prensa española, casi unánime, achaca la crisis a Marruecos con insultos y descalificaciones, tomando como ciertos los argumentos del gobierno español.
Las más hostiles son aquellas provenientes de la izquierda española que sólo gusta utilizar el término “fascista” contra la derecha y la ultraderecha. Enseguida me di cuenta de que la visión de la prensa hacia a Marruecos y el Magreb, en general, no sólo no ha cambiado, sino que ha ido a peor. Para ello, busqué una disertación que había preparado para un seminario titulado “La visión del Magreb en los medios de comunicación”, organizado por la Universidad de Cádiz, en 2006, en el marco de “Las relaciones hispano-magrebíes en el contexto del Proceso de Barcelona”, y en efecto, la comparativa es sorprendente, el odio al “moro” es más fuerte hoy que hace 15 años y, sobre todo, del lado de la prensa izquierdista.
El conflicto lo provoca Sánchez y sus giros. En sus comienzos, emprende un giro a la izquierda, tras el bochornoso motín de Ferraz, para ganarse la militancia socialista descontenta con Zapatero y Rubalcaba que consiguen auparle creyendo que el PSOE se había alejado de la izquierda y del centro para situarse a la derecha neoliberal.
Después, Sánchez pasa del chico que “conviene”, pero no el que merece el PSOE, a jefe de oposición y a presidente del Gobierno gracias, quizás, a su “Manual de resistencia”. En un primer momento, sus políticas progresistas, el feminismo y el ecologismo le reportan cierta admiración, sobre todo tras la crisis del Aquarius, con 629 migrantes abandonados a su suerte en el Mediterráneo. El libre paso de la inmigración a Ceuta es una prueba para ver si Sánchez y González Laya son capaces de darles acogida por razones humanitarias. Visto lo visto, parece que el ejecutivo de Sánchez tiene varias varas de medir.
Pero ya en plena campaña electoral, por la Comunidad de Madrid, Sánchez decide acoger al polisario Ghali para dar un efecto izquierdista a su debacle. O sea, si Pablo Iglesias en su egoísmo creía poder salvar Madrid de Ayuso pues Sánchez “no iba a ser menos”, como reza en el himno madrileño, y decide utilizar la política exterior para fines partidistas.
La crisis diplomática empieza desde que González Laya se niega dar explicaciones sobre la entrada ilegal y clandestina del separatista Ghali, agravada por la inacción de la justicia española. La llamada a consultas para decirle a la embajadora de Marruecos que las relaciones entre países “vecinos y amigos” se tiene que basar en “la confianza mutua” es una insolencia. Paradójicamente, tal confianza ha sido traicionada por Sánchez y por ella misma, admitiendo, clandestinamente, al enemigo de su “amigo y vecino”.
Pero las tergiversaciones no paran allí, la ministra sigue insistiendo, a pesar de lo que está cayendo, en que todo esto no tiene nada que ver con el caso Ghali para terminar diciendo que ella no lo había entendido como una “agresión” (Ya dijimos que la política exterior de España está en manos inexpertas). Por encima, la prensa española acusa a Marruecos de crear la crisis y justifica la presencia del polisario fugitivo con un relato ofensivo al Reino de Marruecos y a su pueblo. Más aún, el discurso amenazante de Sánchez, antes de su viaje, lo plantea sobre la base de una invasión de Marruecos a Ceuta. Los ceutíes no se lo han tragado y lo recibieron a patadas conscientes de que fue él quien creó la crisis.
Usar la política exterior de manera partidista es una insensatez, particularmente cuando la diplomacia del país no puede tomar posiciones del lado de ningún separatismo cuando España constituye un hervidero de nacionalismos regionales con lenguas propias y con muchos deseos independentistas que tienen al país dividido y en preguerra civil.
La crisis abierta por el ejecutivo de Sánchez y su ministra contra los intereses nucleares de Marruecos no se cerrará. Es muy probable que las relaciones se restablezcan con Casado de presidente, a pesar suyo y a pesar del CIS de Tezanos. Pues el PP ya le ha tomado la medida en Madrid.