Hay independentistas que no creen en absoluto en una mesa de dialogo que estaría maniatada, forzada y ya tantas veces ninguneada, que se antoja estéril hablar alrededor de ella. Que solo tiene un fin que ya está escrito, un nuevo antiguo juguete para que Catalunya calle. La Moncloa dice querer recuperar la “agenda catalana” que Pedro Sánchez tenía previsto desplegar para intentar resolver el “conflicto político” en Catalunya.
El PSOE vende constantemente que desde que llegó al poder en 2018, el presidente ha apostado activamente por el “reencuentro” y por superar la época de “judicialización”, de cerrar la infame brecha abierta en Catalunya. Tan frágil es la situación, que el Gobierno convocó anticipadamente las elecciones en 2019 ante la negativa de ERC a aprobar unos Presupuestos que dieran continuidad a la legislatura.
Pero la realidad es otra muy distinta. Sánchez manipula como si pensara que nadie se da cuenta, de todo lo que rodea a esa mesa. Otra vez, y no será la última, que desde la Moncloa dan un carácter decisivo a la cita entre Sánchez y Aragonès para desbloquear la interlocución entre Estado y Catalunya, como si fuera la panacea política, pero por otro lado no creen que esto se vaya a producir a corto plazo y que la mesa se reactivará al empezar el otoño. Nadie esperaba nada.
En definitiva lo que pretende el Gobierno español socialista, es cansar al Govern y definirlo todo a un ‘chocolate del loro’. Que Catalunya vote por fin en un referéndum. Pero que nadie se haga ilusiones, no es el que quieren más de la mitad de los catalanes, sino sobre un nuevo Estatut. Que sea refrendado con mejoras en financiación y competencias, pero siempre dentro de los límites que marca el régimen del 78 y su Constitución, que la gran mayoría de catalanes no votó.