Un día como hoy, lunes, 5 de julio de 2021 cuando una se asoma a conocer lo que sucede, las noticias de actualidad, siente una sensación de impotencia, rabia y hartazgo indescriptibles. Los hechos que van sucediéndose son de tal gravedad que requieren de una respuesta contundente, clara, que venga de la mano del cumplimiento de los Derechos Humanos, de las normas más básicas y fundamentales que en una democracia, supuestamente tan vibrante como la española, se dan por sentado. Y quizás ahí radique nuestro principal problema: en dar por hecho que lo que sucede, tan aberrante, son casos aislados, hechos puntuales, o anécdotas. Y no es así.
El pasado fin de semana asesinaban al joven Samuel en Galicia. Aunque el delito se está investigando, sus amigas, testigos de la agresión que le causó la muerte, explican cómo los agresores, los asesinos, se abalanzaron sobre Samuel y mientras le golpeaban, le llamaban «maricón de mierda». Samuel era homosexual, y todo apunta a que, efectivamente, nos encontremos ante un asesinato con el agravante del odio. Y es sorprendente observar cómo desde la formación de ultraderecha de Vox, Buxadé ha salido a explicar que estos hechos tienen que ver con el islamismo radical. Que el enemigo de los homosexuales es principalmente el islamismo radical. Digo que es sorprendente porque por el momento se desconoce a los autores de este crimen y cuesta entender que se vinculen así las ideas.
También ha anunciado Buxadé que emprenderá medidas legales contra Juan Carlos Monedero y contra Martu Garrote, así como contra cualquier persona que haya vinculado el asesinato con la formación de ultraderecha.
Pero el día no nos ha dejado «tranquilos», no. Suma y sigue. Porque hoy hemos conocido oficialmente la condena a Isa Serra por parte del Tribunal Supremo. Una condena que ya filtró el diario de Eduardo Inda este fin de semana, antes de que ella misma supiera su contenido. Ella lo ha explicado perfectamente en la rueda de prensa: se trata de una sentencia que no se fundamenta en más pruebas que en las declaraciones de los agentes, mientras existen vídeos que evidenciarían, según Serra, que no cometió aquello por lo que se le condena. Vean.
Pues así están las cosas. Isa Serra anuncia que recurrirá ante la justicia europea, porque entiende que esto es una persecución a quienes defienden los Derechos Humanos, el derecho de manifestación principalmente. De ser así, nos encontraríamos con un caso más de brutal represión desde una justicia criticada por estar actuando en política perdiendo la objetividad necesaria y los criterios de aplicación de los principios internacionales del derecho que tienen los Derechos Humanos como base.
Y sobre este asunto, llama la atención lo sorprendido que se mostraba Echenique al conocer la noticia este fin de semana.
«A partir de ahora» dice el de Podemos. La verdad es que, permítanme que lo diga, pero hay que tener «cuajo», cuando hasta ahora este señor se ha puesto siempre de parte de la «versión oficial» en casos como el de Alsasua, con Tamara Carrasco, o con otros casos que han sido, básicamente, lo mismo: acusaciones sin pruebas. Pero al Señor Echenique entonces no le parecía que había que pensar dos veces antes de dar por hecha la versión del sistema. Entonces se posicionaba en contra de personas cuya culpabilidad ante los graves delitos que se les imputaban, no se había demostrado. Hoy parece, que como le toca a los suyos, reacciona. Bien por la reacción, pero ojo a la falta absoluta de información, de criterio y de solidaridad con las personas represaliadas por eso mismo que denuncia Isa Serra.
Pero el día no ha terminado aquí. ¡Qué va! si nos faltaban sorpresas, a media mañana hemos conocido que la justicia madrileña se pone del lado de Vox en el famoso cartel que criminalizaba, con datos falsos además, a los menores extranjeros no acompañados. Y es que la justicia madrileña considera que, sin entrar a valorar si los datos son ciertos o no, esos menores son un problema. Y básicamente viene a decir que Vox está en su derecho de usarlo en sus eslóganes políticos.
Ahora sí, ahora parece que mucha gente que antes callaba, que miraban para otro lado, o pensaban que de alguna manera ir «contra los indepes» no estaba mal, se dan cuenta de que en realidad, aquellos que iban contra los indepes, en realidad irían también contra ellos. Contra lo que suponga, en definitiva, una amenaza para ese concepto «tan suyo» (y nunca mejor dicho) de España. Esa España ultranacionalista, conservadora, cerrada al exterior, y por ende, también a lo que de fuera venga, como son los Derechos Humanos.
Hoy ya se ha visto cómo mucha gente denunciaba en redes sociales el atropello que supone determinada actuación judicial. Y esto parece que no se sostiene.
Mientras tanto vemos en Chile cómo echa a rodar un proceso constituyente para dotarse de una carta magna nueva, acorde con las necesidades de un país donde la sombra de una dictadura ha sido demasiado alargada.
No nos vendría mal, también a nosotros, plantearnos algo similar. Porque sin un proceso constituyente, ¿hasta dónde vamos a aguantar?