Hace unos días el rey de Marruecos suavizaba las tensiones existentes con España, su primer socio comercial.
Un punto de inflexión que sienta las bases para las nuevas relaciones bilaterales entre los dos reinos, que comienzan a mostrar las ofertas planteadas.
Marruecos ha venido desarrollando distintas zonas de sus territorios: en el norte se han creado zonas empresariales, residenciales y turísticas, donde una de las fuertes apuestas del rey será el comercio con cannabis.
Pero no es la única zona que Marruecos quiere explotar: territorios del Sáhara occidental están siendo utilizados como doble arma. Por un lado, para repoblar las zonas conocidas como «territorios ocupados», ofreciendo vivienda y trabajo a los marroquíes que quieran instalarse en ellas, y por otro lado abriendo opciones de negocio a empresas internacionales, entre ellas principalmente españolas.
España suele tener presencia en ámbitos de pesca, agricultura y gas. Pero ahora se abre la puerta también a las energías renovables. Se han puesto en marcha proyectos para parques eólicos y plantas de energía solar. Marruecos cuenta ya con Noor Uarzazat, la central solar concentrada más grande del mundo.
Los enclaves tienen una fuerte implicación política, puesto que supone asumir que la soberanía sobre ellos corresponde a Marruecos y no al Sáhara Occidental, uno de los principales puntos que han enfrentado recientemente a los dos reinos. España no reconoce la soberanía del Sáhara, pero sí ha ayudado en términos humanitarios al líder del Polisario, lo que ha costado una investigación por la vía judicial para averiguar de qué manera pudo entrar en España.
La fuerza de Marruecos en la producción de energías renovables es lo que le sirve para esta negociación. Concretamente, es uno de los principales productores de hidrógeno verde, una energía que tendrá vital importancia en el futuro inmediato para Europa. Pero la política tiene la fuerza, y por esta razón, en el momento en que Alemania no dejó claro su posicionamiento respecto al conflicto con el Sáhara, Marruecos la castigó anulando el contrato que habían firmado en 2020 sobre el hidrógeno verde.
