Ninguna familia está libre de tener entre sus miembros un “garbanzo negro”, y debe ser objeto de reflexión, además de purgarlo, por el resto de los miembros de la misma, pero cuando en una determinada familia salen garbanzos negros como para cocinar un potaje, ya no estamos hablando de un caso aislado sino de una posible idiosincrasia familiar que lo favorece, que también deber ser objeto de reflexión.
Algo de esto está pasando en la familia real o familia del rey. Un patriarca, rey emérito, huido para echar un tupido velo a sus andanzas consentidas o no, a sus posibles corruptelas, a su elusión fiscal y otras lindezas de tipo moral y ético que poco a poco se está sabiendo a pesar del silencio orquestado al respecto desde las más altas instancias del Estado.
Una reina, también emérita, que no se enteraba de nada o miraba para otro lado para presumiblemente no poner en riesgo su estatus y modus vivendi.
Un monarca que deprisa y corriendo renunció a ser beneficiario de la fortuna que su padre amasaba en determinadas Fundaciones opacas al fisco cuando se hizo pública y su altiva esposa que mantenía amistad estrecha con alguien acusado de acoso y chantaje que cuando trascendió el caso se mensajeaba con el interfecto llamándolo “compi yogui” descalificando a los medios de comunicación que se hicieron eco del mismo.
Ahora se encuentra acusado en las operaciones Púnica y Lezo y en el escándalo de las tarjetas black por graves delitos financieros y corrupción. La misma reina consorte que se dedica sin cortarse un pelo a pelearse en público con la abuela de sus hijas, una de ellas que supuestamente heredará la Jefatura del Estado, por unas fotos.
Una hermana del monarca, sexta en la línea de sucesión, salvada in extremis de pisar la cárcel, gracias a un informe muy sui generis de la Agencia Tributaria, lo que no pudo evitar su marido y cuñado del actual monarca que actualmente cumple condena por graves delitos probados en tercer grado, aunque nunca ha reconocido los mismos.
Otra hermana, tercera en la línea de sucesión, junto a su hijos, cuarto y quinto en la misma línea de sucesión, sobrinos del monarca, haciendo uso y abuso de unas tarjetas opacas al fisco con fondos presumiblemente ilegales obtenidos por su progenitor, el llamado aún emérito. Vástagos que, día sí y día también o, mejor dicho, tras noches tras noches, acaparan portadas por escándalos y conductas nada recomendables y muy reprochables para quien ostentan, aunque sea por el dudoso mérito de la cuna, esos privilegiados puestos en la línea de sucesión a la corona.
¿Se imaginan que dirían los voceros de la caverna mediática si un hijo del presidente o cualquiera de los ministros o ministras del actual gobierno llevasen la vida tan licenciosa y escandalosa con actitudes nada ejemplares como llevan los sobrinos del rey, a su vez, cuarto y quinto en la línea de sucesión de la Jefatura del estado?
No hace falta recordar, las veleidades económicas y no aclaradas de alguna tía del rey recogidas en aquellos papeles de Panamá. Pues eso, un potaje de reales garbanzos negros al que solo falta la “pringá”, salvo el chorizo que viene ya incluido en el lote con los garbanzos.