Esta semana que se va el Gobierno andaluz que preside Juan Manuel Moreno, y su lugarteniente de campo Elías Bendodo, iniciaban en los últimos días la típica e histórica protesta del señorito andaluz, de la guerra norte-sur de castas de siempre, de la estupidez de algunos o de muchos, y en este caso sobre la ‘Cuestión Catalana’. Todo lo que viene de Madrid les parece más que perfecto, lo de Catalunya es una ofensa. Porque la estupidez personificada tiene ese síntoma.
Estos mandatarios andaluces de derechas o no, estos carca españoles del sur, han reclamando a Sánchez una mesa de negociación bilateral España-Andalucía con los mismos mimbres que la mesa España-Catalunya, con sus presidentes, sus ministros, sus consejeros y todos los avíos con que haya sido engalanada la traidora mesa catalana. El café para todos es socialista andaluz-nacionalista español y siempre lo piden cuando oyen la palabra Catalunya.
Lo que Moreno quiere, claro está, no es tanto una mesa propia como hacerse un hueco en el frente territorial, cuyos dividendos, más allá de la victoria o la derrota, están a corto plazo asegurados de antemano por el hecho mismo de tomar parte en la contienda. Lo que quieren es destruir Catalunya antes que construir su territorio. La catalanofobia carcome a los estúpidos.
Moreno y Bendodo no quieren que Andalucía sea Catalunya, no. Lo que quieren es lo mismo que siempre ha querido la derecha española: que Catalunya no sea Catalunya. Pero la cuestión no es que sea el presidente andaluz, o el PP, los que se lleven el calificativo que encumbre la estupidez humana, y también reclamen una mesa para ellos, lo grave es que aún siga siendo la excusa para poner en duda el hecho diferencial catalán, en esto que llaman España…