Tan solo dos días después del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 perpetrado por el dictador Franco y sus compinches, milicias falangistas entraron en Belchite, Zaragoza, y depusieron al alcalde de la localidad, el socialista Mariano Castillo, además de detener a su esposa y a su hijo.
Castillo se suicidó en la celda donde fue recluido, pero esa decisión desesperada no evitó que sus dos familiares fuesen fusilados sin piedad. Sin embargo, no fueron las últimas víctimas inocentes de la barbarie franquista y su golpe de Estado.
La asociación Mariano Castillo Carrasco ha promovido la apertura de las fosas comunes de, al menos, 150 personas, fusiladas en el cementerio de Belchite (Zaragoza) el 20 de julio de 1936, entre las diez y las doce de la noche, a manos de un centenar de miembros locales de la Falange.
El horror que provocó la masacre, tal como indica ElPais, se calcula que hay otros 200 cuerpos más en las tapias exteriores del camposanto, provocó que las tropas franquistas, al retomar el municipio al final de la guerra, se escandalizasen ante actos tan inhumanos.