España juega al despiste en el conflicto entre Marruecos y el Sáhara. Escurrir el bulto está llegando hasta un punto en el que Marruecos no quiere continuar: mientras negociamos con Argelia el suministro de gas, trazamos acuerdos con Marruecos para instalar nuestras empresas en territorios ocupados, que pertenecen al Sáhara Occidental.
Jugamos con varias barajas, pero parece que Marruecos nos da un ultimátum: el rey marroquí nos reclama «posturas más atrevidas y claras» sobre nuestra relación con el Frente Polisario.
Como señala El Periódico de España, «El Gobierno da por superada la crisis diplomática con Marruecos después de que en agosto Mohamed VI proclamara públicamente su deseo de abrir una etapa inédita en las relaciones con España«. Desde el Ejecutivo de Pedro Sánchez esperaban que el otoño transcurriera tranquilo, tras el cese de la que fuera ministra de Exteriores en plena crisis producida por la llegada de Brahim Gali a España para ser atendido en un hospital de La Rioja por un cuadro grave de Covid-19.
Sin embargo, la interlocución entre los países se complica. La embajadora marroquí, Karima Benyaich fue llamada a consultas en mayo y aún no ha regresado. No se ha producido ninguna reunión entre los ministros de exteriores.
En el 46 aniversario de la marcha verde, aquella que se organizó después de que España «abandonase al pueblo saharaui a su suerte», el rey Mohamed VI ha lanzado un mensaje claro a su supuesto socio español: «estamos en nuestro derecho de esperar de nuestros socios posturas más atrevidas y claras sobre la integridad territorial de Marruecos«, en referencia al conflicto con el Sáhara Occidental.
Una situación para España delicada, puesto que hace pocos días se produjo el cierre del principal gasoducto desde Argelia, debido a las tensiones entre este país africano y Marruecos. Tenemos garantizado el suministro gracias al gasoducto de Mezgaz, y España ha asumido el compromiso de no facilitar acceso a este gas a Marruecos.
Mientras tanto, negociamos con Mohamed la implantación de empresas españolas para la generación de energías renovables en suelo ocupado del Sáhara. Cualquier paso en falso puede ocasionar problemas con Argelia, que cerraría el grifo del gas. O tener problemas con Marruecos, que pondría en apuros los negocios con las renovables y amenazaría seguramente con permitir la llegada de inmigrantes irregulares a las fronteras españolas que también lo son de la UE, poniendo a España en la delicada situación que se vio ya hace unos meses.
