Aseguraba el periodista Roberto Muñoz Bolaños, y los documentos desclasificados de la CIA y el Departamento de Estado de EEUU, a principios de año, que entre otras pruebas «queda demostrado a partir de las fuentes, que el general Armada fue autorizado por Juan Carlos I a las 23:30 horas para proponerse a título personal como presidente del Gobierno ante los diputados retenidos en el hemiciclo». Con lo que se daba por hecho que el rey estaba al corriente del golpe de estado del 23F, y de más.
Ahora se vuelve a señalar al Cesid, ahora CNI (Centro Nacional de Inteligencia), como el instigador del golpe de estado del 23F. Lo cuenta el periodista y especialista en espionaje Fernando Rueda en su nuevo libro ‘Al servicio de su Majestad’ (La Esfera) y que detalla El Confidencial. La cúpula del Cesid había participado en el 23F a favor de una solución con el Rey a la cabeza. Por eso los servicios secretos querían borrar las posibles huellas del rey Juan Carlos I en el golpe de estado militar.
A Juan Carlos le protegieron de todo: del golpismo, de las comisiones del petróleo saudí, etc. Su relato explicaría también la relación de los servicios de espionaje con el jefe del Estado desde antes de ser rey. Decidieron que había que descabalgar al presidente Suárez una vez que este rompió su idilio con el Rey. Taparon las operaciones de su valido Manuel Prado y Colón de Carvajal, los años del felipismo y el final de su reinado. Todo oculto a la medida del ahora emérito como si de una novela de espías se tratara.
Operación Timón
Todo comenzó en el lejano 1978 cuando un grupo de civiles entre los que estaba, por ejemplo, el periodista Luis María Ansón, ante la deriva de lo que ellos consideraban una amenaza para la nación, como lo eran el Estado autonómico o los atentados de ETA, comenzaron a plantear una operación de reconducción de la Transición, como apartar a uno de sus arquitectos, el presidente Adolfo Suárez.
José María Bourgón, jefe del Cesid, informó tanto a Suárez y Gutiérrez Mellado como al Rey de lo que se estaba planeando. Juan Carlos se mostró muy interesado en la operación y le pidió que indagara aún más, lo que Suárez entendió como una deslealtad del servicio de inteligencia al Gobierno.
Cuando todo el plan se vino abajo, fueron los propios servicios de inteligencia los que cortocircuitaron cualquier vínculo del Rey en la trama, no participó en su elaboración aunque estaba al corriente, para preservar la imagen del monarca que salvaguardaba la democracia de los golpistas teóricamente franquistas