El experto en farmacovigilancia, Joan Ramon Laporte, recomendaba el otro día cuando le entrevisté que siempre que se diera voz a un «supuesto experto» médico, o del ámbito científico o sanitario en los medios de comunicación, había que preguntarle abierta y directamente por sus conflictos de intereses. Algo que no se está haciendo y que de hacerse, serviría para entender por qué hablan de la forma en que lo hacen de determinados productos farmacéuticos.
Aunque en algunas páginas web de transparencia de algunas farmacéuticas como Pfizer aparezca un listado con los nombres de los profesionales que han recibido algún tipo de cantidad económica por colaborar con ellos, lo cierto es que no resulta sencillo dar con los nombres de los profesionales (que son miles) que de alguna manera u otra han sido pagados por estas industrias.
Lo denunciaba el que fuera Director General de Salud Pública, Ildefonso Hernández en una entrevista que hace años le realizó Jordi Évole (cuando el periodista prefería darle voz a los que denunciaban las tropelías y entresijos de la industria farmacéutica en lugar de ridiculizarlos hasta la náusea). Señalaba por entonces Ildefonso Hernandez que las presiones que ejercita la industria farmacéutica son enormes: y que lo hacen sin ningún tipo de pudor con todo tipo de agentes, desde ministerios a medios de comunicación.
Explicaba entonces este experto en salud pública cómo se había intentado organizar todo un entramado de presiones e intereses con motivo de la pandemia de Gripe A, forzando incluso la redacción oficial de «pandemia». Contaba cómo funcionaban las puertas giratorias, cómo pasaban de instituciones o entidades de control (como la Agencia Europea del Medicamento) para dar el salto a entidades privadas de la industria farmacéutica utilizando información privilegiada. Incluso cómo llegaron a intentar vender al gobierno de España productos «pre pandemia», dando a entender que ya «intuían» lo que podría suceder en unos meses. Aquella ocasión terminó con más de seis millones de vacuna contra la gripe A en la basura. Me refiero sólo a las dosis que tiró España, pero que sí pagó con nuestro dinero a las farmacéuticas. Un capítulo que no sé bien por qué la gente ha querido olvidar sin exigir que le devuelvan lo que es suyo.
Los intereses, los conflictos que generan, son evidentes aunque no queramos verlos. Y el hecho de que el principal accionista de los principales medios de comunicación sea el mismo que el de las principales farmacéuticas creadoras de estos preparados que han querido llamar vacunas, debería hacerle sospechar a más de uno. ¿Por qué PRISA ya no habla de «fondos buitre» sino de «fondos de inversión» cuando se refiere a su ahora mayor accionista Black Rock?
Lo señalaba Laporte y si usted quiere comprobarlo le llevará un rato, pero lo conseguirá hacer sin mucha dificultad: cada vez que vea en los programas de televisión o incluso en entrevistas de los medios de comunicación de sus grupos mediáticos a un supuesto experto médico, pediatra o lo que sea, y le diga que estas vacunas son maravillosas, que carecen de efectos adversos, que son totalmente seguras, compruebe y busque su nombre para ver si ha recibido algún tipo de pago por parte de alguna de las grandes farmacéuticas.
Precisamente La Vanguardia ha querido informarnos hoy sobre esta cuestión (ha querido informarle a sus suscriptores, aclaro). Y apunta a un estudio que ahora veremos más en detalle. Publica varios artículos que destapan gran parte del problema que estamos viviendo y que sale a la luz con esta pandemia de intereses: los médicos españoles son los que más cobran de las industrias farmacéuticas.
Señala La Vanguardia que una quincena de facultativos ingresó durante los últimos años unas cantidades que van entre los 200.000 euros y 385.000 participando en congresos y ponencias. También publica La Vanguardia que la industria farmacéutica «no ve necesaria una ley que regule su relación con los medios». Claro, no es muy complicado entender por qué.
Considera La Vanguardia que estos datos desvelan «la cresta de un fenómeno de luces y sombras: de la alianza entre médicos y farmacéuticas brotan avances científicos y tecnológicos que revierten en los pacientes en forma de medicamentos o aparatos sanitarios. Es una relación de mutua dependencia, casi simbiótica, que no puede desligarse del hecho que los galenos españoles estén entre los peor remunerados de Europa y que su formación continuada haya sido asumida siempre por la industria. Los intereses de empresas privadas entran en la ecuación de la sanidad.» Y a mi me parece imprescindible este análisis. Porque evidentemente, cuando tienes maltratado a tu personal sanitario, cuando los explotas, los menosprecias, los expones y no les cuidas, evidentemente se buscarán la vida por donde puedan. Y ahí, las grandes farmacéuticas tienen una ventana de oportunidad magnífica para hacerse «amigos».
España es el líder
Las cifras que recoge La Vanguardia, que provienen a su vez de un estudio señalan claramente la posición de España en este ranking: sin incluir lo que destinan las farmacéuticas al ámbito de Investigación y Desarrollo, lidera el podium de los países donde las farmas financian a los profesionales de la salud en lo que se denominan «transferencias de valor».
Son dos partidas: actividades formativas (inscripciones, viajes y alojamiento para asistir a congresos y cursos) y la prestación de servicios(que comprende honorarios y gastos derivados por dar conferencias como expertos, por trabajar como consultores o por formar parte de un consejo científico).
Según se recoge en el artículo que comentamos, la experiencia de un médico ya jubilado apunta a que este tipo de congresos son importantes para poder estar informados, y con sus sueldos no pueden costearse su presencia en ellos.
Sin embargo, en países como Suecia está prohibido que las industrias farmacéuticas financien la presencia de profesionales de la salud en este tipo de congresos. Lo tiene que pagar el hospital en el que trabajan. En España, hasta el 2017 no se podía costear como gasto de formación una cuestión de este tipo.
Jansen a la cabeza
De las 16 empresas farmacéuticas aparece Janssen como la que más dinero ha invertido en este tipo de partidas durante estos tres últimos años, con 41,25 millones de euros; le sigue Novartis, con 40,3, Pfizer con 33,6 y Lilly con 19,2.
Los peor pagados
Analiza La Vanguardia el origen de esta situación y señala al hecho de que los medicos españoles tengan los salarios tan bajos, tal y como ellos mismos expresan. El sueldo medio de un medico es de 53.000 euros anuales, muy lejos de los 96.000 euros de los franceses, los 125.000 de los alemanes o los 129.500 euros de los británicos.
La distancia es astronómica si se comparan con los sueldos de los norteamericanos que ganan de media unos 250.400 euros anuales.
Además, se apunta a que este tipo de eventos formativos no están organizados en España de manera pública. Son las entidades privadas las que los organizan y garantizan la presencia de sus expertos seleccionados.
La formación continua del personal sanitario no se aborda en España desde el ámbito público. Según Farmaindustria, y tal y como señala La Vanguardia, en el año 2019 las empresas farmacéuticas gastaron 115 millones en llevar a profesionales a congresos y cursos, además de otros 109 millones que pagaron a entidades sanitarias para organizar estos encuentros. Mientras en otros países la formación en este ámbito está en manos de las universidades o escuelas de posgrado, en España esto no sucede y se deja en manos de las empresas privadas.