El programa Mas 324, de la corporación catalana de medios audiovisuales publicó anoche una entrevista al filósofo Jordi Pigem sobre su obra «La Pandemia y la posverdad. La vida, la conciencia y la Cuarta Revolución Industrial».
La entrevista ha sido ampliamente compartida en redes sociales y puede verla íntegramente pulsando aquí.
En Las Repúblicas hemos querido rescatar algunas de las reflexiones que plantea este filósofo.
La entrevista comienza analizando la situación actual en la que vivimos, en la que las nuevas tecnologías están cada vez más teniendo una notable presencia. En opinión del filósofo la pandemia de la Covid-19 ha acelerado este proceso «todavía mucho más».
En su obra analiza otras que han sido fundamentales: «1984», de Orwell y «Un mundo feliz» de Huxley, dos perspectivas muy diferentes, a la par que complementarias, según subraya el presentador. «Huxley habla de un mundo en el que se controla a las personas a base de distraerlas, de entretenerlas, de tenerlas satisfechas», señala Pigem. «Es un poco lo que está haciendo la sociedad occidental, con series, incluso con noticias que a veces son información real pero otras se utilizan para entretener. Y después tenemos el mundo que describe Orwell, que vendría a encarnar el mundo soviético: control». «El mundo de Orwell es muy interesante porque nos habla de cómo se tergiversa el lenguaje, cómo a las personas se las controla a través de la mente, no de sus cuerpos. Es como si ahora mismo estuviéramos viendo tendencias que en estos momentos hacen confluir ese mundo de «vigilar y castigar» que denunciaba Orwell y el mundo basado en el «distraer y confundir y tener a la gente satisfecha» que denunciaba Huxley». «Personas que lideran el Fondo Económico Mundial, como Eric Schmidt, que fue director de Google durante 15 años aplauden el hecho de que el sistema esté rastreando vinculado a la pandemia … y esto sirve para que gane más poder la tecnología. Todo lo que hace que la tecnología gane y las personas pierdan autonomía, libertad, creatividad… todo esto es aplaudido por estas personas, que quieren un mundo centrado en las empresas, en la tecnología en base a la cual la libertad de las personas va a menos».
A continuación el filósofo pone como ejemplo el Pasaporte Covid: «que es una cosa que está ya formulada por instituciones que venían pidiéndolo desde hace tiempo, igual que las empresas tecnológicas demandaban educación digital, no porque esto sea bueno para las criaturas, sino porque es bueno para sus ventas. El pasaporte digital, es muy curioso porque los fabricantes de las inyecciones Pfizer y Moderna nunca han dicho que estos productos disminuyeran los contagios. Han dicho que disminuían la gravedad de los síntomas (fantástico si es así). Entonces, esta implantación de un mecanismo de segregación de las personas en los restaurantes y en las escuelas (porque en las escuelas se denomina a los niños «vacunados» y «no vacunados»)… De hecho, no es una vacuna: porque una vacuna, según el diccionario de estudios catalanes es «un producto que genera inmunidad». Y este producto, como reconocen las propias compañías productoras y como todos sabemos, conocemos personas vacunadas que se han contagiado, por lo que este producto no es una vacuna. Pues bien: estamos segregando a las criaturas que se han puesto una inyección y las que no».
A continuación, el presentador pregunta sobre el «Gran reset» que plantea la aparición de la teoría del Gran Hermano. Y cuestiona si las empresas tecnológicas son precisamente las que propician este «gran reset» ahora mismo. El filósofo responde que «Gran Reset es el título de un libro publicado por el presidente y fundador del Fondo Económico Mundial: «Covid 19, The Great Reset». El libro lo que argumenta es que debemos aprovechar el Covid para rediseñar la base del mundo. Cambiar la sociedad, cambiar la economía, cambiar la persona en beneficio de los intereses de las empresas. Es muy curioso porque este libro dice explícitamente muchas cosas, como por ejemplo: si os preguntáis cuándo creéis que acabará la pandemia, la respuesta más breve es «nunca». Esto va ligado con el hecho de que las empresas tecnológicas que se van a hacer de oro al principio de la pandemia (Microsoft, Google, etc)… cierran los comercios locales y Amazon y compañía comienzan a organizarlo todo a través de mensajería. Después vienen las farmacéuticas: Pfizer y Moderna están ganando mil dólares por segundo cada una, es decir, un millón de dólares cada cuarto de hora. Una parte de este dinero es de dominio público y se utiliza para influir periodistas y autoridades sanitarias como la Agencia Europea del Medicamento y como muchos expertos que tienen intereses en estas empresas.»
Señala a continuación el filósofo a un libro, «La era del capitalismo de la vigilancia», donde se señala que la fuente principal de ingresos, «el oro», es el hecho de que están todos estos sistemas digitales (el móvil, cada conexión a internet) que está reflejando nuestros datos para saber qué te interesa, qué no te interesa, qué quieres comprar, con quién te relacionas, etc. Y a partir de aquí te llegarán propuestas y esto es la nueva mina del capitalismo contemporáneo. Ahora bien: todo esto tiene también una dimensión de vigilancia porque estos datos se venden. Prácticamente todas las plataformas de internet, excepto wikipedia y pocas más, venden los datos de cada persona que accede a ellas. Con el mismo click que nosotros hacemos para mirar una cosa trae una plusvalía como diría Marx en su momento, excepto porque el capitalismo del que hablamos aquí no tiene nada que ver con el capitalismo en sentido clásico. Es mucho más ágil, con un sólo click hace pasar miles de millones de dólares y hace que unas economías se estanquen y otras crezcan.»
Rescata el periodista una entrevista reciente al filósofo donde señalaba que le preocupaba la pandemia del miedo y de la confusión. El filósofo explica en este punto que «tenemos varias pandemias. Tenemos la pandemia del Covid, después una pandemia de confusión y alienación y miedo. Los medios de comunicación de Dinamarca la semana pasada van a pedir perdón por haber infundido miedo de manera desproporcionada. Y hay expertos del gobierno británico que también han pedido perdón por haberse excedido infundiendo miedo a la población. Alguno va a pensar: «mira, tengamos atemorizada a la población». Esta pandemia de confusión y alienación tiene que ver también con el diluvio de datos fuera de contexto que recibimos continuamente, que para algunos expertos pueden ser relevantes pero para la inmensa mayoría de la población lo que hacen es atemorizarla. Este miedo se ha traducido en 53 millones de nuevos casos de depresión, de una epidemia de suicidios, un incremento brutal en los jóvenes y en las mujeres especialmente. Y en muchas personas que han dejado de acudir a centros de salud porque tienen miedo de infectarse en los hospitales. Y además, hay una tercera pandemia: para mi hay una pandemia de medidas contraproducentes, es decir, muchas de las medidas que se han tomado para gestionar la covid lo que están haciendo es bloquear las economías locales (no es el virus, es la gestión de la covid), y esto quiere decir también destrozo de proyectos de vida. El hecho de que hemos cambiado las reglas de juego de la vida cotidiana, hay una especie de eclipse de la alegría de vivir, y básicamente hemos estado recomendando cosas que si nos fijamos no son sanas. Es decir: la epidemiología de toda la vida siempre ha sostenido que se debe confinar a personas enfermas y proteger a las vulnerables. Los epidemiólogos internacionales han dicho que toda la vida se había hecho. Pero se han cambiado las reglas del juego porque hay intereses creados. Además hay una serie de medidas que lo que están haciendo es que las personas estén recibiendo un impacto mucho más dañino que el pueda generarles el virus».
El periodista, a tenor de la definición sobre las vacunas, pregunta al filósofo si es «antivacunas». Y Pigem responde: «Es que no hay antivacunas. No conozco a ninguno. Hay personas que consideran que esta inyección experimental, con intrusiones genéticas, que se están en ensayos clínicos, con contratos secretos (cosa que es estrictamente ilegal, porque no podemos saber qué hay en los contratos de estas inyecciones), hay muchas personas que consideran que esto hace más mal que bien. Desde que yo he comenzado a escribir y a conceder entrevistas sobre este tema, me ha pasado una cosa muy interesante: me han venido a ver muchas personas que trabajan en el sistema de salud pública de Cataluña, médicos y médicas, doctoras y doctores, de hospitales y centros de atención primaria de todo el país (de Tarragona todavía no) y todos me han venido a decir que efectivamente esta inyección hace más mal que bien. Que no se la han puesto y que no recomendarían a ninguno que se la ponga. Lo que me han pedido es que mantenga su anonimato: en una sociedad supuestamente democrática que personas que a través de su experiencia médica o investigadora, lleguen a la conclusión científica de tener miedo de represalias del colegio de médicos, de los jefes o de los compañeros, es muy preocupante.»
El periodista le señala al entrevistado que hay también médicos y expertos que señalan que la vacuna ha sido positiva en la gestión de la pandemia. El filósofo responde: «Sí, esta es la narrativa que han divulgado las grandes farmacéuticas. Y es la narrativa de unos científicos. Pero hay una serie de científicos, incluidos dos premios Nobel… ¿cómo es posible que ninguna televisión del mundo todavía no haya realizado un debate sobre esto que me acabas de afirmar es cierto o no es cierto? Porque hay científicos que dicen que sí y hay científicos que dicen que no… PEro desde los medios, se ha dicho únicamente que la vacuna solamente cura. No hay información, por ejemplo sobre los efectos adversos de la vacuna. Hay profesionales del sistema de salud catalán que me dicen que el sistema de salud, aparte de problemas estructurales, como que no hay suficientes enfermeras, están más preocupados por los efectos secundarios de la vacuna que no por los ingresos de covid.
Ahora mismo con la ómicron, la mayoría de la gente está bien. Y algunos médicos me están diciendo que básicamente es como una gripe. Y con una gripe nunca se han hecho test, ni se ha confinado a gente que está sana, porque ha dado positivo en un test que, se ha dicho y demostrado muchas veces, que tiene una eficacia muy poco fiable. El mismo inventor de la PCR ha dicho que esto no se podía utilizar para el diagnóstico. De todo esto debemos poder hablar, pero ¿por qué no hemos hecho debate sobre esto?»
El presentador habla de los datos de la pandemia y el filósofo señala a Israel y Palestina: «Israel ha sido uno de los países que más ha vacunado en el mundo, Palestina no. El resultado, tienen la misma incidencia de Covid. Las olas de la pandemia van y vienen solas. Sin que antes existieran inyecciones de este tipo, también se eliminaban las olas. El verano del 2021 va a haber más muertos que el verano del 2020. Y la vacuna ya estaba en verano de 2021. Es decir: todos estos datos que nos están dando una y otra vez, cuando los miras con lupa, cuando los contrastas, no cuadran. Sé que hay científicos que dicen lo contrario. Entonces: hagamos un debate. ¿Por qué no se puede debatir de esto? ¿Cómo es posible que, llevando tantos años defendiendo la escuela inclusiva, la escuela igualitaria, ahora esté segregando a los hijos de las personas que, seguramente porque tienen mucha información -algunos tienen padres médicos, es más, hay más padres médicos entre los niños no vacunados que entre los vacunados- la gente que toma esta decisión es porque tiene una tendencia a pensar por sí misma y saber de qué va. Es decir, lo que penaliza el pasaporte covid es lo que Orwell denominaba «el delito de pensar por tí mismo». Porque si tú simplemente haces caso a lo que dicen las autoridades, ya tienes el pasaporte. Esto es así y este es el mundo al que vamos. Es impresionante.»
Para terminar, el filósofo denuncia que llevamos dos años recibiendo un solo relato, el relato único. La ciencia avanza diciendo cuestiones contradictoria. «Aquí salen Premios Nobel diciendo otras cuestiones y se les censura» y a mi la gente me pide que mantenga su anonimato, son médicos.