¿Qué haríamos sin los «Borrell-Consejos? me pregunto mientras leo la última del comisario europeo encargado de la diplomacia y las relaciones exteriores de la UE: si quieres ahorrar en la factura de la luz y el gas, baja la calefacción.
Esta ha sido su manera de decirlo: «Disminuyan la dependencia de quien ataca a Ucrania». Y se ha debido quedar a gusto.
Nos pide el Señor Borrell un «esfuerzo colectivo» a los ciudadanos europeos para que bajemos la calefacción y cortemos los lazos económicos con Rusia «en represalia por la ofensiva militar contra Ucrania».
«Los europeos necesitan que el ruido de las bombas a las 5 de la mañana al caer sobre Kiev les despierte de su sueño de bienestar y les permita afrontar los desafíos que el mundo proyecta sobre nosotros» ha dicho. Y nos ha pedido que aprendamos algo de todo lo que hemos vivido durante la pandemia del Covid: concretamente, el esfuerzo colectivo en «la cruzada política» contra Rusia.
«Corten el gas en sus casas, disminuyan la dependencia de quien ataca a Ucrania y comprometámonos más en una defensa colectiva». Puede leerlo dos veces, le espero. Yo ha tenido que leerlo unas cuantas veces para dejar de abrir los ojos como un búho.
«Lo que hemos hecho durante el coronavirus hay que hacerlo con Ucrania. Un compromiso colectivo ante una tarea histórica. Hemos empezado tarde, pero más vale tarde que nunca».
Yo me pregunto cuando escucho a este hombre si efectivamente piensa que somos así de idiotas. Tan idiotas como para escuchar esto y que no nos hierva la sangre. Porque decir esto desde donde lo dice, es sencilla y llanamente un insulto. A nuestra inteligencia, a nuestros valores y a nuestra capacidad de entender muchas cosas. Supongo que alguna conclusión habrá sacado para decir todo esto con la soltura que lo dice.
En primer lugar, el señor que proviene de Abengoa debería tener alguna otra idea mejor que bajar la calefacción como alternativa al bofetón de la factura que nos toca pagar a nosotros con nuestros sueldos (que no son como el suyo).
En segundo lugar, eso de arrogarse la voz de Europa posicionándola frontalmente contra Rusia como si alguien hubiera podido expresar de alguna manera la opinión de la ciudadanía europea es, sencillamente totalitario. Borrell se arroga un discurso que, en primer lugar, no ha sido respaldado por la ciudadanía europea de ninguna manera; y en segundo lugar, un discurso que lejos de promover el entendimiento, la resolución del conflicto, solamente aumenta la hostilidad y posiciona a Europa en una difícil situación.
En tercer lugar, apelar a la pandemia del Coronavirus es de una torpeza tal, que quizás no se dé cuenta de que algunos estamos pendientes de lo que está cociéndose desde China. Sí: algo de lo que Borrell no habla, porque no le interesa. Los chinos quieren saber a qué se dedican los laboratorios bactereológicos que EEUU tiene repartidos por más de 30 países del mundo. Concretamente, quiere que expliquen a qué se dedican en los 26 laboratorios situados en Ucrania, que según han informado los militares rusos, estarían operando con virus muy peligrosos. De esto Borrell me temo que no nos va a hablar. Los chinos igual nos plantean alguna cuestión sobre la mesa respecto a la pandemia, y puede que a Borrell le haga falta subir la calefacción por si se queda helado. ¿Por qué no hablamos de los laboratorios bactereológicos de Wuhan señor Borrell? Ya puestos a hablar de pandemia y de lo que está pensando ahora igual nos hacemos una idea de que, a lo mejor, llevamos dos años sufriendo consecuencias que nada tenían que ver con un pangolín sino con algo mucho más oscuro.
Las lecciones aprendidas de la pandemia, evidentemente, muestran que utilizando los medios de comunicación a su conveniencia ha sido sencillo encerrar a la gente en sus casas, someterse sin cuestionar ni una sola de las medidas (casi todas absurdas) tomadas durante la pandemia. Han podido ver cómo la gente es capaz de renunciar a sus derechos más fundamentales sin mostrar resistencia. De hecho, han llegado a inocularse sin saber qué se estaban metiendo en el cuerpo ni qué puede sucederles a medio o largo plazo. A base de amenazar, de «enmerder» a las personas que no nos hemos querido someter a sus totalitarias medidas, creían que iban a conseguir que fuésemos todos en fila, uno detrás de otro, a renunciar a nuestra libertad, a nuestra capacidad de informarnos y a nuestra responsabilidad individual.
Hoy Austria tiene que comerse sus palabras, pues no ha podido poner en marcha esa maravillosa ley que planteaba la vacunación obligatoria para toda la población a partir de los 18 años. Y han tenido que suspender esta ley porque desde una comisión parlamentaria donde han participado expertos constitucionalistas y en materia de salud, han llegado a la conclusión de que la medida no era en absoluto proporcionada si se valoraban los derechos fundamentales que se estarían destrozando de ponerla en marcha.
Lo han tratado de suavizar explicando que se suspende durante tres meses, porque la variante omicron no hace necesario vacunarse. Claro. De lo de los derechos fundamentales ya verán ustedes que prácticamente nadie (salvo en diario16 y poco más) habla.
De la misma manera que voluntariamente la población ha ido tragando con casi todo lo que ha venido imponiéndose, para beneficio económico de las farmacéuticas, de las empresas de mascarillas, de quienes se han encargado de gestionar sus compras, de las empresas de test (muchos de ellos fallaban más que una escopeta de feria)… esperan que ahora decidamos por nosotros mismos bajar la calefacción para no pagar tanto en la factura.
Es de tal calibre el insulto, es de tal gravedad la incompetencia que están evidenciando estos dirigentes políticos, que lo que me sorprende es que no tomemos las calles en masa para gritarles que no, que no vamos a pasar frío. Que lo que quizás deberíamos hacer sería plantearnos cómo evitar el pago inasumible que han provocado sus nefastas gestiones de acceso a estos bienes.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Por tragar. Ni más ni menos. Y cuanto más traguemos, más nos vamos a arrepentir.