La guerra, a parte de ser una tragedia, es un negocio, y además una distracción. Arabia Saudita mató a 81 ‘presuntos delincuentes’ el sábado, la ejecución masiva más grande registrada en la historia moderna del reino. Casi nadie ha salido a condenar esa masacre porque la guerra desvía otras noticias.
Los que fueron asesinados habían sido condenados por una variedad de delitos, incluido el asesinato, según el régimen, pertenecer a grupos militantes como al-Qaeda y respaldar a los rebeldes hutíes de Yemen, según avanzaba el New York Post. 24 horas después la Unión Europea condenaba los hechos.
Las ejecuciones fueron anunciadas por la Agencia de Prensa Saudita (SPA), administrada por el estado, que no especificó dónde ocurrieron, la importancia del momento o el método de asesinato, aunque el reino generalmente decapita a los convictos. La mayoría de los prisioneros asesinados eran saudíes, dijo la agencia. También murieron siete yemeníes y un sirio.
La SPA afirmaba: “A los acusados se les proporcionó el derecho a un abogado y se les garantizaron todos sus derechos bajo la ley saudí durante el proceso judicial, que los declaró culpables de cometer múltiples crímenes atroces que dejaron un gran número de civiles y agentes de la ley muertos”.