A pesar del aparente dominio de los mares y las tierras, el ser humano tiende a vivir cada vez más apretado. En realidad ocupamos un porcentaje diminuto del territorio total del planeta Tierra, aunque consumamos sus recursos de forma generalizada e intensa. De modo que hay un montón de lugares en el mundo, ya sean terrestres, habitados, deshabitados o marítimos, a los que tenemos un limitado o casi inexistente acceso.
Y hay un lugar en la Tierra tan alejado de la humanidad que, en ocasiones, los astronautas son los humanos que se encuentran más cerca de él. Hablamos del Punto Nemo, una ubicación cuya masa terrestre poblada más cercana está a 2.700 kilómetros, mientras que la Estación Espacial Internacional orbita la tierra a un máximo de 416 kilómetros, según la BBC.
Se encuentra en el océano Pacífico entre las islas Pitcairn, las islas de Pascua y la Antártida. El Punto Nemo es un lugar tan remoto que las agencias espaciales de Rusia, Europa y Japón lo han usado como “cementerio espacial”: allí se desechan materiales, como naves espaciales, fragmentos de satélites y de la estación espacial Mir.
Que no salten las alarmas, porque no supone ningún problema mayor para el ecosistema. Según la arqueóloga Alice Gorman, de la Universidad Flindres en Adelaide, Australia, “excepto en casos de algún derrame de combustible, no deberían representar una amenaza para la vida acuática”. De hecho, la experta afirma que los desechos “crean hábitats colonizados por cualquier cosa y por todo lo que vive en esas profundidades”.
El ‘Bloop’, un ‘enorme y desconocido monstruo marino’
Debido a su lejanía y misterio, muchos rumores han envuelto al Punto Nemo. En especial el ‘Bloop’, un extraño ultrasonido subacuático que fue detectado en 1997 en el fondo del océano Pacífico por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA). El ruido se recogió a menos de 2.000 kilómetros al este del Punto Nemo y su potencia fue mayor que el sonido de una ballena azul.
Así, las teorías comenzaron a construirse. Se dijo que el sonido procedía de un enorme y desconocido monstruo marino. La NOAA explicó que el ruido “no se parecía a nada que hubieran escuchado antes”, pero finalmente confirmó que no era más que el ruido del hielo.
“El Bloop fue el sonido de un terremoto de hielo, un iceberg que se rompía y se desprendía de un glaciar antártico. Con el calentamiento global, ocurren más y más terremotos anualmente, que rompen los glaciares, se agrietan y finalmente se derriten en el océano”, señaló entonces la NOAA.
En todo caso, el oceanógrafo Steven D’Hondt, de la Universidad de Rhode Island en Narragansett, explicó en su momento que el Punto Nemo no recoge las mejores condiciones para albergar gran variedad de especies. Esto ocurre porque se encuentra en el Giro del Pacífico Sur, un lugar en el que existe una enorme corriente giratoria que bloquea la entrada de aguas más frías repletas de nutrientes. Además, al estar tan alejada de zonas habitadas, el viento transporta menos materia orgánica. Según D’Hondt, es “la región menos biológicamente activa del océano en el mundo”.