Con el recuerdo de anteriores crisis muy presente, el Banco Central Europeo (BCE), se ha reunido este miércoles de urgencia, preocupado porque el coste de la deuda de España e Italia también, se está disparando de nuevo. El organismo asegura que continuará con los planes previstos, que pasan por subir tipos de interés y dejar de comprar deuda pública.
Pero, consciente del problema, dice ahora que será más flexible y prepara un plan específico para ayudar a los países con la deuda disparada. En cuanto se ha hecho público el comunicado del BCE y este tipo de «garantía», el coste de la deuda de España e Italia ha descendido un 7%, por lo que, de entrada, parece que los inversores han «comprado» el compromiso del BCE con los países más endeudados.
La intervención del banco central para sostener las finanzas públicas de los miembros de la zona euro es controvertida, llevando a encendidos debates y demandas judiciales ante el Tribunal Constitucional alemán. Porque los tratados europeos prohíben expresamente que el BCE dé un cheque en blanco a los estados y les ayude directamente a financiar sus cuentas públicas.
Y ahí es donde entra el concepto «fragmentación», que han utilizado tanto Mario Draghi como Christine Lagarde en los últimos años para justificar su intervención en el mercado de la deuda; según su doctrina, si la zona euro se fragmenta, y hay países que deben pagar mucho más por financiarse, el BCE tiene más difícil cumplir su misión.
Y con este argumento, justifican que el banco central haya entrado a comprar deuda pública y debe garantizar tipos de interés razonables para todos los estados miembros. Su compromiso de hoy, aunque tenue, iría en esa línea.