El President en el exilio, actualmente eurodiputado en Bruselas, Carles Puigdemont, ha expresado en sus redes sociales, una contundente opinión sobre el debate interno que se ha abierto en su formación, JxCAT, ante la consulta a la militancia respecto a la continuidad de la permanencia del Govern de coalición.
«El debate en el interior de un partido refuerza la democracia en general. Lamentarse de que esto provoque disensos y divisiones es adoptar el mismo argumento de quienes se oponen al referéndum aduciendo que divide a la sociedad. Algunas reflexiones (que espero que no se saquen de contexto):
Hay partidos en los que manda un único poder, a menudo una única persona, y a veces el dedo de esa persona. Pensamiento único, bloque granítico, defensa sectaria. En las sociedades con poca tradición democrática esto se asocia a estar “aseado” y se penaliza, por tanto, la pluralidad.
En las sociedades de larga tradición democrática, los debates y los disensos son garantía de pluralidad y, por lo tanto, de mayor libertad individual. El debate enriquece, sobre todo, si es compartido y argumentado. Esto ocurre de forma corriente en el interior de los partidos y organizaciones.
El trabajo de los líderes, sea en los partidos o en los gobiernos, es el de conjugar esta pluralidad para poder gobernar mejor, para poder gobernar de forma más democrática. Esto pide muchos codos trabajando por alcanzar consensos, aplicar empatía, y ganarse cada día la confianza del otro.
Considerar que esto es ruido, una molestia, un algarabía, revela un grado de inmadurez democrática preocupante. La falta de respeto a la pluralidad es el preludio del autoritarismo. Y este es un riesgo que ningún demócrata puede ignorar ni banalizar.
A todos los que critican el debate de @JuntsXCat, generoso porque es abierto y bien trabajado por parte de todos, y argumentan lo tan populista que es que “mientras unos se pelean, otros trabajan”, les convendría reflexionar sobre las derivadas de unos razonamiento tan primarios como este.
Es el argumento de la antipolítica, del populismo, hijo de la noción franquista de la política todavía injertada en la cultura política española: lo que hace falta es ocuparse de los problemas de la gente y no “peleas” políticas. Se entiende por pelea todo lo que incomoda o interpela.
Así, tenemos un grupo de políticos, funcionarios, periodistas y analistas remando para reforzar el argumento populista de que el debate sobre si mantenerse o salir del actual gobierno autonómico es un debate que nada tiene que ver con los problemas de la gente. Y es exactamente lo contrario: Son los problemas de la gente, las gravísimas carencias que tiene nuestro país y la dificultad estructural de poder atenderles con las herramientas y los recursos necesarios lo que precisamente impulsa el debate. No puedo concebir política y democracia sin debate y sin contraste de ideas.
Que un partido asuma el riesgo de este debate, y que sea el debate entre sus afiliados quien guíe las decisiones políticas más primordiales, y no los intereses de un grupo, sea mediático o económico, a mí me parece de una gran salud democrática. Asumirlo es ganar.
Bienvenido sea el debate dentro de las organizaciones políticas.