Una turista estadounidense murió la noche del martes a bordo del crucero de bandera noruega Viking Polaris en medio de una fuerte tormenta. Cuatro personas resultaron heridas después de un fuerte golpe con una ‘ola rebelde’ contra el barco.
El barco, de seis plantas y más de un centenar de camarotes, hacía un crucero de lujo hasta el 17 de diciembre. El punto de salida era Buenos Aires, después pasaba por la Tierra de Fuego e iniciaba un recorrido por la parte más meridional de Argentina hasta acercarse a la Antártida.
El buque Viking Polaris, de 202 metros de eslora, se ha construido ese mismo año. Es un crucero rodeado de hielo y paisajes helados que está al alcance de poca gente, y que esta semana se ha convertido en una verdadera pesadilla.
Según relatan algunos de los viajeros, el barco intentaba atravesar en medio de una fuerte tormenta cuando, de repente, una «ola rebelde» le golpeó. El golpe fue tan fuerte que parte del pasaje pensaba que habían chocado contra un iceberg.
Algunas ventanas del lateral que recibió el impacto directo de la ola se rompieron y el pánico se esparció entre los viajeros: «No sabíamos si teníamos que recoger las cosas imprescindibles y prepararnos para abandonar el barco».
Medios argentinos apuntan a que fueron los cristales rotos los que provocaron la muerte de la única persona que ha perdido la vida en el incidente. En concreto culpan a una gran superficie acristalada que se desprendió después del golpe.
La compañía ha decidido cancelar el crucero, los turistas han llegado ya a Argentina para ser repatriados a sus países y ahora habrá que reparar todos los desperfectos que causó «la ola rebelde».
Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Argentina, las oleadas rebeldes pueden duplicar el tamaño de las oleadas de su alrededor. Su peligrosidad aumenta debido a que pueden crecer de forma inesperada y moverse en direcciones insospechadas según el viento predominante.