Desvergüenza democrática. La policía española ha puesto la diana en los movimientos sociales y vecinales para infiltrar agentes que, desde una identidad falsa, espíen a los y las militantes de las organizaciones. Poco después de que se destapara el caso de un agente que, durante 3 años, logró infiltrarse en espacios de activismo de la izquierda independentista de Barcelona, que resultó ser un hermano falso del primer agente infiltrado que el mismo medio descubrió, aparece un tercero un agente infiltrado, también por La Directa, que por los apellidos de su identidad falsa podía ser un familiar de los dos primeros.
Faltará ver cómo justifica Interior este tercer caso de espionaje al activismo, y si, tal y como ha sucedido en anteriores ocasiones, también premiará a los topos con nuevos puestos de trabajo. La citada ‘La Directa’ ha vuelto a destapar el juego sucio del Ministerio del Interior español hacia los movimientos sociales y vecinales, dejando al descubierto a un agente de la policía que pasó cerca de 2 años infiltrado en el activismo de la ciudad de Valencia .
El agente, cuyo nombre real corresponde a las siglas R.M.F., adoptando la identidad de un hombre llamado Ramón Martínez Hernández, llegó a la ciudad en el 2020, tras graduarse en la Escuela Nacional de Policía de Ávila , y logró entrar en la asamblea vecinal Cuidem Benimaclet. De allí pasó también en la red EntreBarris, así como en el Centro Social Okupado Anarquista (CSOA) l’Horta, llegando a tener las actas de las asambleas e incluso una copia de las llaves.
El topo Ramón Martínez Hernández participó y lideró diversas acciones, movilizaciones y actividades. Los activistas que coincidieron con él explican en ‘La Directa’ que era una persona muy interesada por la actividad política del barrio de Benimaclet, y que estaba muy motivado a participar tanto en acciones concretas como asambleas de base, lo que le abrió las puertas para ganarse la confianza del resto de activistas. Lo definían como una persona proactiva, comprometida y con elevado nivel de implicación.
El espionaje por infiltración, método muy criticado a nivel internacional y que, de nuevo, en España sólo está justificado si lo ampara una orden judicial y en supuestos muy graves, como pertenencia a grupos criminales, terrorismo o narcotráfico, por ejemplo, terminó en el 2021. Ese año, el topo comunicó a sus compañeros activistas que se marchaba de Valencia para regresar a Barcelona, de donde aseguró que era originario, y continuar estudiando allí el grado de Trabajo Social; también advirtió que no quería mantener ningún vínculo con nadie y abandonaría la actividad política.
Sin embargo, todavía intercambió algunos mensajes con amigas y amigos que se interesaban por él. La línea telefónica del infiltrado estuvo activa hasta diciembre de 2022, y finalmente este lunes, 13 de febrero, se le ha expulsado de todos los canales de comunicación colectivos de los que todavía formaba parte. Otro nuevo episodio de las cloacas del Estado, que con toda seguridad no será el último.